Nuestro parabrisas es uno de los elementos de seguridad más importante de nuestro coche, aunque a veces no lo tengamos muy en cuenta. Es nuestro guardián silencioso.
El parabrisas se encarga de protegernos de las inclemencias meteorológicas y del viento cuando conducimos. También es el responsable de actuar como un protector contra los rayos UV, filtrando hasta el 90 % de los rayos y protegiendo nuestra piel y nuestros ojos.
Entre sus funciones también destacan la de proporcionar aislamiento acústico, seguridad al aumentar la resistencia estructural del vehículo hasta en un 30 %, soportar el peso del coche en caso de vuelco o incluso resisten el impacto del airbag del acompañante al desplegarse.
Si ocurre un accidente y el parabrisas se daña, su diseño de varias capas separadas por una lámina plástica permite que el cristal no se fragmente en miles de pequeñas secciones afiladas que puedan causar heridas en los ocupantes. Sin embargo, los pequeños impactos pueden ocasionar un deterioro menor que, en muchos casos, pasamos por alto.
Aún así estos pequeños deterioros o roturas puedes acabar en multa, ya que aumenta el riesgo en la conducción y por lo tanto, de sufrir un accidente de tráfico. El Reglamento General de Circulación especifica que “la superficie acristalada del vehículo deberá permitir, en todo caso, la visibilidad diáfana del conductor sobre toda la vía por la que circule”.
La Dirección General de Tráfico (DGT) se centra, específicamente, en el apartado de la visión y de todos los elementos que la condicionen, como daños o roturas.
Por lo general, la multa por llevar el parabrisas del coche roto no conlleva la pérdida de puntos del carné de conducir, pero está sujeto a sanciones económicas de hasta 200 euros.